viernes, 7 de agosto de 2009

Vascos de Terranova




Rudyard Kipling cuando, en sus Capitanes Intrépidos, habla del gran banco pesquero de Terranova y se refiere a él como el “verdadero desierto de aguas ondulantes, atormentado por los vendavales, asolado por los hielos a la deriva, marcado por la estela de los descuidados trasatlánticos y punteado por las velas de la flotilla de pesca”. El 4 de mayo de 1967, fallecía en Deba Eustaquio Arrinda Aranburu, originario de Lekeitio, tenía 84 años y había pasado 55 años en la mar. Fue el primer capitán de la Pysbe, la famosa compañía bacaladera, y mandó el Alfonso XIII, el Euskalerria, el Galerna, el Tramontana y el Abrego. Tenía 70 años cuando enfermó de pulmonía a bordo cuando estaba pescando y fue hospitalizado en Canadá. Desde allí comunicó su baja a la Compañía. Había hecho 54 viajes a Terranova y pocos habían pescado tanto bacalao como él . Eso sí: su leyenda era terrible. Cuentan que, cuando se acercaba la tormenta y los barcos se alejaban en busca de aguas más tranquilas, en se quedaba en el banco a la capa. La tripulación horrorizada, muerta de miedo: algunos lloraban, otros, rezaban. Cuando el temporal amainaba, él estaba solo durante bastante tiempo, así que pescaba todo lo que podía, llenaba las bodegas y podía irse antes que los demás a casa o a descansar al puerto de Saint Pierre donde los tripulantes pasaban las horas jugando en el viejo frontón. La compañía desapareció hacia 1973 y, hoy, ya no se pesca bacalo en Terranova.



En 1978, se localizaron en Red Bay, Labrador, los restos de un galeón ballenero vasco, el San Juan, que había naufragado en 1565. Se desató un interés inusitado por los vascos. La edición americana de National Geographic le dedicó su portada y un gran espacio al evento . Se habla de hechos irreversibles: “Entre el descubrimiento de Canadá en 1534 y la fundación de Québec en 1608, fue el tiempo de los vascos” .

No es descabellado considerar a los vikingos como los primeros que se dedicaron a la caza de la ballena. En el periplo de Other, se habla de la pesca ballenera en Finnmark desde el siglo IX. En el siglo XII, las famosas sagas normandas ofrecen algunas referencias. En tal caso, los vascos habrían sido, como en otros asuntos relacionados con la mar, discípulos de los nórdicos . Sin embargo, también pudiera ser que la actividad ballenera vasca datase de mucho antes de la llegada vikinga a estas costas en el siglo IX. Desde luego, el hecho de que muchos puertos situados entre Bilbao y Bayona lleven arpones o escenas de caza de ballenas, indica que esta fue la actividad costera más importante durante la Edad Media. Por ejemplo, en el escudo de Lekeitio, uno de los principales puertos balleneros vascos se puede leer la inscripción: “Reges debellavit horrenda cette subjecit terra marique potens Lequeitio” (“Lequeitio potente por tierra y por mar captura reyes y horrendos cetáceos”).

La ballena es conocida en el litoral vasco desde tiempos remotos. En un principio se explotaban los animales varados en la costa para, más tarde, proceder a su captura desde pequeñas embarcaciones a remo. Más tarde se les persiguió en barcos mayores y hacia comienzos del siglo XVI se pesca ya en Terranova. La costa vasca que se extiende a lo largo de 130 kilómetros desde la desembocadura del Adour hasta la del Nervión, así como sus profundas aguas son ideales para la vida marina y un atractivo para las ballenas. Una buena escuela de balleneros, por tanto .

Y es que la ballena se adivinaba como una inagotable fuente de riqueza. De ella se aprovechaba casi todo: la grasa, convertida tras su fundición en saín, que era un aceite utilizado para el alumbrado y como lubricante y que se transportaba en barricas; la carne como comestible –aunque solo los franceses le daban este uso, no los vascos-; la lengua sí que se comía, y además de ella se obtenía un aceite muy fino muy útil para engrasar relojes; el cuero; las barbas para peines y diversos utensilios. También se obtenía jabón y, si la ballena tenía ámbar en el estómago, éste se utilizaba en la fabricación de medicamentos y artículos de perfumería. Cuando, más adelante, la moda se impuso, los aparatosos corsés de las damas distinguidas eran mucho más apreciados si su estructura era de flexibles barbas de ballena. Existen casas de la costa vasca, por ejemplo de Biarritz, que tienen huesos de ballena como elementos constructivos. Estos también servían como apoyo a las parras de Guetaria. Las costillas se utilizaban como palos de cerca e incluso sus enormes vértebras hicieron función de asientos. También se fabricaban cuchillos y abanicos.

Los vascos centraban su caza en la balaena byscayensis. Los vascos antiguos la llamaban simplemente balena o lumareak. Además de la balaena biscayensis, tenemos noticia de la caza de otras especies como las zeriak, y alguna más.

La ballena cazada en Terranova era, sin embargo, de una zona diferente. Se trataba de la balaena misticecus o de cabeza arqueada que nadaba más lenta que la vizcaína. Se puede decir que, durante un tiempo, se simultanearon la caza de los dos tipos de ballena. Desde octubre o noviembre a marzo, en el Cantábrico. De julio a enero, en Labrador.


Es cierto que los vascos fueron desplazándose hacia el oeste a “buscar la ballena”. Pero no por su escasez, sino porque, de ese modo le salían al encuentro en su ruta de entrada hacia el fondo del Golfo de Vizcaya desde Galicia, llevadas por las corrientes cálidas dominantes. La actividad ballenera vasca se hizo más importante y efectiva y propició la creación de una industria a gran escala. A su vez propició que, cuando llegó el momento de cruzar el Atlántico hacia las pesquerías de norte, los vascos estuviesen a la cabeza de las expediciones, por delante de los demás pueblos europeos.

El desarrollo del arte pesquero implicaba desde luego un parejo desarrollo en la construcción naval. Las aportaciones vikingas, en este sentido, tuvieron una influencia indiscutible. Pero, fue la ancestral vinculación al mar de los vascos la verdadera responsable del enorme acopio de experiencias y sabiduría que les permitiría poco después dar el gran salto del Viejo a Nuevo Mundo.

René Balanger recuerda que los normandos, los bretones y los rochelenses utilizaban navíos de entre 50 a 100 toneladas, los vascos lo hacían de 200 a 400 con tripulaciones de 40 a 70 hombres. La construcción naval era particularmente floreciente en Bilbao y en Pasajes. Contaban con madera y hierro en abundancia, así como obreros hábiles agrupados en gremios de carpinteros, herreros, toneles, calafates,…

Y es que, en el siglo XV, eran los mejores y más experimentados balleneros. Esta experiencia les favoreció además ante los reyes, quienes decretaron órdenes que privilegiaban a los vascos en la caza de la ballena. De esta forma se hicieron prácticamente con el monopolio de esta actividad, aunque también hubo balleneros cántabros, asturianos, gallegos, irlandeses, escoceses o bretones. Algunos autores como José Antonio Azpiazu, que, durante un tiempo, los vascos prefirieron la caza de la ballena en aguas de Terranova a la Carrera de Indias porque les resultaba más rentable .

Con el tiempo los vascos fueron ampliando su campo de acción, y, así, navegaban hacia tierras cada vez más lejanas: Irlanda, Escocia e incluso puede que las Hébridas y las Feroes, fueron convirtiéndose en caladeros habituales. Algunas sagas islandesas del siglo XVIII nos hablan de balleneros vascos que cazaban habitualmente en aquellas costas: Pedro de Aguirre y Esteban Tellería llegaron allí junto con el donostiarra Martín de Villarreal en 1615. Protagonizaron una dramática epopeya de lucha, sangre y muerte.

Pero ya casi siglo y medio antes, hacia la fecha del descubrimiento de América, los vascos habían conseguido, gracias a la experiencia propia y a la influencia prestada por los pueblos del Mediterráneo y del Norte, un tipo de nao cotizada en todo el mundo.



La primera noticia de un vasco en Terranova data del año 1517, cuando un pescador de San Juan de Luz da cuenta de la venta de bacalao verde de las Tierras Nuevas en Burdeos. Esta es la primera ocasión en que se dice claramente en un documento que un vasco ha estado en aquella parte del mundo.

Sobre una hipotética presencia anterior al descubrimiento de América se ha escrito mucho. Incluso hay referencia a esto en la Enciclopedia de D’Alambert. Algunos autores, basados en dudosos testimonios, llegan a fechar la llegada hasta cien años antes de la gesta colombina. John Reade recoge varias teorías al respecto en un pequeño ensayo publicado en 1889 . Sin embargo, lo que hoy parece claro es que los vascos aparecieron en Labrador y Terranova hacia los últimos años del siglo XV y primeros del siglo XVI. En todo caso, después del regreso de Cristóbal Colón.

La presencia de balleneros vascos en Terranova y en el estuario del río San Lorenzo fue significativa desde principios del siglo XVI। Aunque hoy sabemos de la existencia de factorías balleneras vascas en la costa de Canadá, no parece que formaran comunidades permanentes. Es cierto, por otro lado, que la toponimia demuestra la intensidad de esta presencia. Port-aux-Basques, en el extremo sudoeste de Terranova, Placentia, en recuerdo de la villa guipuzcoana del mismo nombre, Echafaud-aux-Basques, a unos diez kilómetros de Tadoussac, aproximadamente, sobre el San Lorenzo Anse-des-Basques, Portuchoa, Barachoa,...

Los primeros hornos de fundición de aceite de saín en Terranova podrían haber sido construidos en la década de 1530, aunque la primera noticia fehaciente de su existencia data de 1546, como aparece en documentos referidos a varios viajes realizados en ese año con objeto de obtener grasa. Se establecen en la Gran Baya, en el estrecho de Belle Isle –costa suroriental de la Península de Labrador. Han sido descubierto hasta una docena de asentamientos, entre los que destacan los restos de Red Bay (lo que antes era el Hable des Buttes), L’Anse au Loup (Sable de la baleine), Blanc Sablon, Middle Bay,…

Los asentamientos mostraban una cierta complejidad estructural –iglesia, cementerio, etc.-. Se utilizaban ya antes de la práctica ballenera, como bases bacaladeras, por ejemplo. La primera referencia a estas data de 1542, cuando un pescador de Bayona y otros de Fuenterrabia dan testimonio de actividades bacaladeras en la Gran Baya, y de trueques con los indios que habitaban la zona, de los que principalmente obtenían pieles a cambio de instrumentos de hierro, alimentos, etc... Con la construcción de los primeros hornos comienza el verdadero auge ballenero vasco en América, que hacia 1550 constituía la mayor fuente de ingresos del país.

Además de la construcción naval, otras industrias florecieron al amparo de la actividad ballenera en América. El establecimiento de hornos de fundición de grasa de ballena en aquellos territorios exigía un abundante suministro de calderas, ladrillos, etc., lo que conlleva un desarrollo parejo de su fabricación. Pero más importante fue sin duda la industria tonelera: la fabricación de barricas capaces de contener toneladas del aceite que se procesaba cada campaña. El tonelero se convirtió así en un elemento imprescindible.

Pero también otros gremios se beneficiaron de la actividad ballenera: calafates y carpinteros eran miembros esenciales de cualquier tripulación. Los aprendices tenían también su sitio en el barco. Había aprendices de tonelero, de carpintero, de arponero, artillero,…

Entre 1560 y 1570, en Red Bay trabajaban alrededor de mil hombres por temporada. James A. Tuck se refiere a esta factoría como “el primer complejo industrial de Canadá” . Producían alrededor de medio millón de galones de saín al año. Cada barco podía transportar hasta 50.000 galones. Las ganancias de los balleneros vascos superaban con creces el sueldo común en la época. Las pagas oscilaban entre los treinta barriles para el capitán y los cinco para los marineros normales aunque, eso sí, siempre se dependía de las capturas.

El declive de los balleneros vascos arranca de la derrota de la llamada “Armada Invencible” por los ingleses en 1588. Los barcos vascos debían ponerse al servicio de la Corona en caso de guerra, y por tanto fueron reclutados. Pero los navíos no estaban diseñados para la guerra y fueron fácilmente superados por los ingleses.

Como remate, diversas ordenanzas reales sobre construcción naval promulgadas a partir de 1607 impusieron cambios importantes. Se necesitaban naves para navegar y guerrear y, por tanto, susceptibles de ser embargadas para las armadas reales. Estos nuevos barcos perdían en capacidad de carga y resistencia ante las inclemencias meteorológicas y los terribles campos de hielo. De este modo, la pesca ballenera vasca fue extinguiéndose poco a poco.

Y mientras esto ocurre, a partir de 1605 holandeses e ingleses comenzaron a lanzar el arpón. Los progresos no debían ser muchos porque, en 1612, Juan I, Rey de Inglaterra, escribió al rey de España pidiendo marinos vascos capaces de iniciar a sus súbditos en este tipo de caza.

Por otro lado, a principios del siglo XVI, balleneros vascos comenzaron a cazar cetáceos para los holandeses, Así, por ejemplo, el 15 de mayo de 1612, un ballenero de 220 toneladas salió del puerto viejo de Biarriz con un capitán, dos oficiales y cuatro arponeros rumbo a Holanda . De la relación entre los balleneros vascos y los holandeses, queda una vieja canción suletina:

Jeiki, jeiki etchenkuak,
argia da zabala;

Ichasoti mintzatxen da
ilharrezko trumpeta;

Bai eta’re ikhartzen
Olandresen Ibarra



Como recuerda Jo Garat, “los vascos, franceses o españoles, estuvieron mezclados en sus empresas marítimas. Hablaban la misma lengua y no existía una frontera entre ellos, tal como la entendemos ahora. Así que es difícil distinguir de donde procedían aquellos que se dedicaban a la caza de la ballena en la alta Edad Media” . Señala Caro Baroja que “las expediciones a larga distancia dieron lugar a una tradición sostenida durante siglos, según la cual fueron balleneros vascos los que en sus viajes, allá por el siglo XIV, llegaron a las costas de Terranova, lo cual es posible pero no probable. Pero, dejando leyendas y tradiciones aparte, ha de aceptarse que los vascos de uno y otro lado fueron grandes balleneros y que incluso los antiguos poetas del país compusieron versos en torno a los balleneros . Ioannes Etcheverri, uno de los mejores escritores eusquéricos, escribió en el año 1627, unas oraciones bellísimas, la « Oración de los balleneros », la « Oración de la ballena arponeada » y la « Oración de la ballena muerta » que merecen que las transcribamos tanto por su singular encanto poético como porque ponen de manifiesto la grandeza de la empresa que nos ocupa .


Balea zaleentzat
O Iaun Tobias gaztea ungi begiratua,
Guardaritzat bidaldurik Arkangelu Saindua.
Eta kostara arraña erakharrarazia,
Haren hilltzeko egiten ziñoela grazia.
Guri ere ekharguzu hurbillera Balea,
Segurkiago armaren landatzeko kolpea.
Biziaren gatik dugu hirriskatzen bizia,
Arren egiguzu haren gelditzeko grazia.

Balea kolpatu eta
Iauna geure arte baño gehiago zureaz,
Balea zauritu dugu arpoñaren kolpeaz.
Arren bada egiguzu (Iaun puxanta) grazia,
Sari gelditzeko arrain itsasoko handia.
Gutarik garabik zaurtxu gabe bere indarraz,
Segadetan dabillala buztan edo bulharraz.
Edo xalupa irauli gabe gillaz gañera,
Edo berekin eraman gabe urtan behera.
Arren begira gaitzatzu gaitz hauk guztietarik,
Eskerra diezazugun itzul lehorrerarik.
Irabazia da handi, perilla ere handia,
Begira diezazugu prinzipalki bizia.

Balea hill ondoko eskerrak
Iauna, dututzula esker, eta laudorioa,
Million eta million baño gehiagoak.
Zeren egiñ darokuzun liberalki grazia,
Idekitzeko handien arrañari bizia.
Gure indarrak etziren deus hunenen aldean,
Zure faborea dugu sentitu konbatean.
Ezen zure baithan turroñ batek etsajak,
Urrutik izi dezan nahiz dela han gaja.
Hala guri ere egin darokuzu dohaña,
Bentzutzeko Itsasoan den sendoen arraña.
Lehorrera dakharkegu egiñik sarraskia,
Bizi zela aztaparraz zebillan ihizia.
Hala dugu naturaren mirakulluz bazterra,
Ohoratzen (Iongoikoa) zuk duzula eskerra.




Como hemos visto, la pesca del bacalao por parte de los vascos en aguas de Terranova se remonta, por lo menos, al principios del siglo XVI. Según Juan Pardo, fueron los riquísimos bancos de bacalao de Norteamérica el motor que puso en marcha en afletamiento de buques cantábricos para ir a tan lejanas costas. El bacalao seco, salado o ahumado, así como la ‘raba’ o huevas saladas de dichos peces, movilizó a las primeras flotillas de naos, navíos y zabras, de entre 60 y 200 toneles, hasta las aguas del actual Canadá ”.


Los cazadores de ballenas y los pescadores de bacalao coincidieron en el tiempo. Eso sí, sus singladuras se hacían en momentos diferentes: la que iba en pos de los bacalaos zarpaba a principio de primavera y regresaba en octubre. Los que salían tras las ballenas dejaban la costa en junio y regresaban en enero .

A pasar de esto, los vascos no participaron en la colonización de La Nueva Francia (Canadá), porque se trató al principio de una empresa privada y no de una cuestión de Estado. Los primeros colonos procedían de Normandía, Perche, Aunis, Poitou o Saintonge. La mayor parte de estos viene del norte del Loira. Si hubo vascos, eran tan pocos que pasaron desapercibidos. Los pescadores y marineros vascos cruzaban el Atlántico, no como colonos, sino para hacer una pequeña fortuna y regresar a casa . Quizá la única excepción la constituya el fuerte de San Juan. A principios del siglo XVII, los pescadores de San Juan de Luz frecuentaban la bahía de Placentia donde tenía sus secaderos. En 1604 construyeron el fuerte que bautizaron como “San Juan”. En 1621, la Corte de París concedió patenta al bayle y al pueblo de San Juan de Luz para construir y equipar cuatro navíos para la protección de su comercio con Terranova. Sus capitanes fueron François Lohobiague, Jean d’Artetche, Martin Hirigoyen y Joachim Harasteguy. Junto a la enseña real, izaban el pabellón rojo y negro con las armas de San Juan de Luz. Se sumó a esta flotilla en “Santa-Catherine” mandada por el almirante Larralde. La escuadra vasca llegó por primera vez a Terranova en 1627.

En 1650, el corsario Nicolás Cargot intentó capturar dos pesqueros vasco-españoles. Se encontró con que todos los vascos, franceses y españoles, salieron en su auxilio, así que Cargot, furioso, tuvo que retirarse. En 1658, ascendido a capitán de navío, regresó a Placencia como gobernador, lo que no pareció intimidar a los vascos .

Es cierto que se hicieron notar hasta finales del siglo XVII. Un despacho del gobernador de Terranova, Antoine Parat, fechado en 1684, habla de la insolencia de los vascos (“ils font mille insolence”) por lo que había que castigarlos. Según parece, durante una cena a bordo de uno de los barcos, el capitán se atrevió a abofetear al gobernador (al propio Parat). Es cierto que, como resalta Monseñor Howley, para entonces los pescadores vascos ya no tenía ni la fuerza ni la influencia de antaño, perdiéndola a favor de la población francesa y bretona .

En siglo XVII, Saint-Pierre et Miquelon fue lugar de paso y abrigo de una comunidad de pescadores vascos y bretones hasta que fueron expulsados por los británicos . Después de la guerra de los Siete Años, Francia debió abandonar sus posesiones en el San Lorenzo y la isla de Cap-Breton, pero, en 1763, por el Tratado de París, le fueron devueltas Saint-Pierre et Miquelon, que los ingleses venían utilizando como base pesquera desde 1713 cuando rebautizaron Saint Pierre como Bourgway.

Durante la guerra de independencia americana, en septiembre de 1778, el contralmirante inglés Montague arrasó Saint-Pierre y expulsó a sus 1400 habitantes. En los años siguientes, se sucedieron los incidentes violentos. El 1793, el vicealmirante King encarceló a la población. El Tratado de Amiens de 1802 puso fin a este periodo .

En 1821 se establecieron las primeras normas sobre la pesca del bacalao en las aguas francesas de Terranova que afectaron al pequeño archipiélago de Saint Pierre et Miquelon En 1827, el comisario de la marina dictó en Bayona los requisitos para los barcos que querían dedicarse a este tipo de pesca. En un principio, no estuvieron muy conformes con las artes de pesca que debían utilizar.

Aún así y en medio de no pocas dificultades, los bacaladeros vascos comenzaron a llegar a las islas. Uno de los primeros fue Dasconaguerre en 1829 que, al llegar, se encontró con que las instalaciones de tierra habían sido destruidas por un incendio. Luego, llegaron otros: Recour, Goyetche (1841), Lahirigoyen (1846),…


La mayor parte de los pescadores son originarios de Guéthary - Bidart, Saint-Jean-de-Luz - Ciboure, Urrugne, Hendaye y Saint-Pée. Otros emigrantes vascos procedente del otro lado de la frontera (Fuentarrabia, Irun), y algunos llegaron incluso desde Saint-Etienne de Baïgorry. Se instalaron, sobre todo, en la isla de Saint Pierre y, en los días de auge de la actividad pesquera, llegaron a ser 800 individuos (en temporada de pesca) concentrados en la isla de Saint-Pierre, mientras que los acadianos o “cadiens” se concentran en Miquelon y los normandos en la isla de los marinos . La comunidad vasca contó, además, con un párroco propio llegado desde Labourd, Todo ello sin contar con la presencia durante un tiempo del administrador apostólico, Monseñor Legasse .




De entre todos ellos, destaca la figura de Louis Legasse, patrón de “La Morue Francaise”, que dominó la vida política, económica, social y religiosa (ya que su hermano llegó a ser administrador apostólico de la colonia) de las islas a partir de 1890 durante la primera mitad del siglo XX.

El padre de Legasse se había hundido con la Jeune française antes de llegar a Saint-Pierre. Para 1890, Legasse ya era el armador más importante del archipiélago. Fue nombrado delegado del Consejo de Colonias con sede en París, cargo que ocupó durante más de veinte años. Su fuerza estaba, precisamente en el apoyo que recibía de la comunidad vasca organizada hasta 1902 en el Cercle de Zazpiak bat. En el momento de máxima pugna política, los oponentes dinamitaron el frontón de madera, que fue pronto reconstruido (en 1906) .


Hoy, los vascos constituyen una parte importante de la población de Saint Pierre et Miquelon। Hasta nuestros días, mantienen sus tradiciones: fiestas, frontones y banderas de Euzkadi se ven por doquier . En Saint Pierre, tiene su sede la Asociación Zazpiak-Bat fundada en 1952 por Martin Carricart.


Makil-dantzaris en Saint-Pierre hacia 1920

1 comentario:

sabino laucirica dijo...

"Placentia, en recuerdo a la villa guipuzcoana"
Dato totalmente erroneo. Fue en recuerdo de la villa vizcaina de Plentzia (Placentia en el Siglo XVI) como me comentaba por carta Shelma Huxley "es bastante ovio pensar que los vascos que la descubrieron tenían en mente a la villa vizcaina y no a la guipuzcoana, que se encuentra tierra adentro y con la que no guarda el menor pareceido". Este dato ha sido confirmado por la Enciclopedia Canadiense y numerosos autores.
Del mismo modo carece de toda lógica que los vascos llegasen a Terranova tras la ballena que tenía una migración Norte/Sur sino que fueron tras el bacalao una vez conocida su existencia por el viaje de Jhon Cabot de 1497.
Sabino Laucirica
Capitán de la Marina Mercante
Investigador